Comenzaron a subírsele los colores, lo que resultaba muy grato de ver en el rostro de un hombre. A eso no se le llama rubor. El rubor es a un tiempo expresión de timidez y de excitación femenina. En los hombres se contempla como un acto enérgico que realiza la sangre por determinación propia.
Paley, Grace. Más tarde, el mismo día. Anagrama, 1989 (pàg. 150). Traducció de César Palma.
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