Mi memoria resultaba sospechosa en dos aspectos: era viejo y era escritor. Los escritores con el tiempo transfieren la mendacidad de su oficio a todos los sectores de su vida. En este sector trivial del anecdotario biográfico de bar es mucho más fácil y mucho más gratificante moldear, reordenar, imponer culminación y desenlace, aumentar aquí, disminuir allá, buscar el aplauso y la risa, que reseñar los sucesos mondos y rutinarios, tal como pasaron. Recuerdo muy bien (pero ¿qué quiero decir en realidad con eso de que recuerdo bien?) que llegó un momento en que Ernest Hemingway, pese a que prácticamente había dejado de escribir ficción, estaba dominado del todo por su costumbre de inventar. A mí me contó, y sólo tenía cincuenta y tantos años por entonces, pocos menos que yo, que se había acostado con la hermosa espía Mata Hari y que estaba “buena, aunque algo gruesa de muslos”. Yo sabía, y había datos que lo confirmaban, que cuando ejecutaron a la Mata Hari, él no había hecho aún su primer viaje a Europa.
Burgess, Anthony. Poderes terrenales. El Aleph Editores, 200 (pàg. 75). Traducció de José Manuel Álvarez Flórez.
Deixa un comentari