El Apocalipsis quiere todo, todo enseguida; la revolución obtiene poco -lenta y duramente-. El peligro es que todo hombre lleva en sí el deseo de un Apocalipsis. Y que, en la lucha, ese deseo, pasado un tiempo bastante corto, es una derrota cierta por una razón muy simple: por su naturaleza misma, el Apocalipsis no tiene futuro. Ni siquiera cuando pretende tener uno.
Malraux, André. La esperanza. El País, 2002. Traducció de José Blanco (pàg. 127).
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