Y el muchacho tomó a su amante como un animal, introduciendo su grandeza regia y purpurada en el antro sin ternura, sin los arrullos del amor, más bien con gruñidos y aullidos, haciendo brotar sangre con las uñas de su pecho y de su vientre, y se abrió para ambos el cielo, perfilando con brillo cegador los contornos de un numen benévolo.
Burgess, Anthony. Poderes terrenales. El Aleph Editores, 2008 (pág. 289). Traducció de José Manuel Álvarez Flórez.
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