Carvalho se sacó la navaja del bolsillo. Pulsó el resorte y saltó la hoja con un chasquido. Se miraron la navaja i Carvalho. Ella parecía esperar la orden de ataque. El hombre parecía temerla. La volvió a cerrar y la devolvió al bolsillo. Abrió un cajón. La pistola dormía con su presencia de lagarto frío. Carvalho la cogió y la examinó. Hizo el amago de disparar contra la pared. Luego sacó las balas de una caja de cartón y las fue cargando con parsimonia. Cuando cerró el tambor, el lagarto dormido ya estaba despierto, alerta, cargado de muerte. Le puso el seguro frustrando sus ganas de matar y la metió en el bolsillo con la recomendación expresa de que se estuviera quietecita. La pistola le calentó aquella parte del cuerpo. De otro cajón sacó un protector de aros de hierro para los dedos. Se lo puso. Abrió y cerró la mano. Disparó el brazo golpeando a un antagonista invisible. Se sacó el protector y fue a parar al otro bolsillo de la chaqueta. Ya está. La Armada Invencible.
Vázquez Montalbán, Manuel. Los mares del sur. Planeta, 2003 ( pàgs. 191 i 192)
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